Paris Je t'aime

A veces me es imposible encontrar palabras para describir lo que veo. Supongo que por eso elegí la fotografía como un medio de expresión; p...

A veces me es imposible encontrar palabras para describir lo que veo. Supongo que por eso elegí la fotografía como un medio de expresión; porque hay lugares, personas, aromas, rincones del mundo que son difíciles de describir en voz alta. No es por nada que Benedetti, uno de mis autores preferidos del mundo, en algún momento dijo: "No vayas a creer lo que te cuentan del mundo (ni siquiera esto que estoy contando). Ya te dije que el mundo es incontable". Y así y todo, hoy voy a intentar contar un poquito de la ciudad más elegante y soñada de Francia. 

Cuando era más chica miraba en revistas la inmensa torre Eiffel rodeada de parques y gente elegante y soñaba con algún día atterizar mis piecitos ahí y hacer miles de "clics" mentales para no olvidarme de nada de lo que mis ojos observaran. Eso se cumplió, como ya sabrán si leyeron la entrada anterior, hace aproximadamente un mes. 

La ciudad de la luz, la ciudad del romance, del amor, de la moda, del arte. Las descripciones son infinitas, sobre todo dependiendo del punto de vista del espectador. Para mi fue todo eso junto. 

Paris se va encendiendo de a poco a la tardecita, entre luces de colores y músicas de todo tipo que, si uno se deja envolver en el cuento parisino, es posible pensar que se es un actor más en una película de Jean-Pierre Jeunet, o parte de una fotografía de Cartier Bresson. Desde el sonido de un acordeón tocando una melodía de Edith Piaf, hasta un luminoso carousel que gira en frente a la torre Eiffel, en esta ciudad es posible creer que se está soñando. 

La gente camina con una elegancia que cautiva. De la mañana hasta la noche, es casi imposible encontrar a un local mal vestido. Los hombres, con pantalones chupines y zapatos tipo oxford, blazers con parches en los codos y peinados "despeinados" que dan el toque justo de espontaneidad a su look, se pasean con mujeres vestidas de punta en blanco, con todo tipo de vestidos otoñales con estampas y telas soñadas, medias con dibujos y zapatos para morirse de la envidia (sana, por supuesto). Vuelvo a pensar que estoy en un set de grabación y no me vestí de acuerdo a la ocasión. Pero me siento una expectadora, admirando cada personaje, paisaje y situación que pasa delante de mis ojos.

Mis días por París se pasaron caminando por las calles infinitas de una ciudad que enamora, subiendo escaleras, recorriendo museos y palacios, comiendo baguettes con queso brie y tomando una copa de vino delante de la torre Eiffel. 

Qué más se puede pedir, no sé. Pero por las dudas, si las palabras no alcanzaron, como creo que nunca lo hacen, espero que algunas imágenes sirvan para describir a esta increíble ciudad. Acá van.


















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